Era la lluvia la que se abría paso por mis ojos. El
estruendo de sus truenos me estremecía como un niño a solas en la oscuridad.
Caminaba un día oscuro, por un sendero oscuro y la música no paraba de sonar.
Música en el cielo.
Fueron las noches de niebla las que me perdieron lejos de
sus manos. El susurro de los arboles que me llamó a cumplir mis sueños. Y
todavía busco esos susurros. Todavía busco cumplir alguno de esos sueños
traicioneros que despertaron mi mente y durmieron mi cuerpo. Música en el cielo
y susurros en el aire.
Eran las piedras las que me hacían caer. Me hacían detenerme
y fue un camino inmóvil el que me enterró filtrándome por los recovecos de su
tierra y bloqueó mis piernas. Pero aun en la tierra escuché sollozos. Música en
el cielo, susurros en el aire y llanto bajo la tierra fría.
Fue la luz la que secó mis ojos. El calor derritió mis
fuerzas y me tendió, derrotado, sobre la hierba. El fuego crepitaba con gritos
de dolor, dolor de la madera que estaba siendo consumida y clamaba por ayuda.
Música en el cielo, susurros en el aire, llantos bajo tierra y gritos en las
llamas.
Fue una gota, fue una chispa, tal vez un grano de arena o la
caricia del viento. O fueron todas
juntas las que me pusieron a soñar y no me dejan despertar.
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