lunes, 22 de diciembre de 2014

Una vez



Hubo una vez en que sentí el mar en la brisa que me acariciaba. Sentí su sabor salado, las lágrimas que arrastraba, los innumerables sentimientos que habían derramado sobre él. Sentí su desbordante impotencia. El mar, que todo lo abarca, se sentía solo. Sentí su soledad. Me bañé en ella.
Hubo una vez en que llegué a orillas del mar. Sentí sus caricias en las plantas de mis pies, su abrazo en la fuerza de sus olas y la risa en la espuma de sus crestas. Y aún con todo eso,  supe que lloraba. El mar, que tantas lágrimas recoge, estaba llorando. Sentí su tristeza. Pero esta vez, estaba con él.

- ¿Por qué lloras?  -pregunté a su agitada superficie.
- Porque, aunque te veo una vez más, en verdad no puedo tocarte. - susurró

Sumergido, volví  a preguntar.

-¿Por qué lloras?
- Porque, aunque te puedo tocar, en verdad no te puedo amar.
- ¿Y por qué no me puedes amar?
- Porque desde siempre todos han vertido sus lágrimas en mis aguas. Sólo conozco la tristeza de la distancia, la nostalgia del recuerdo y el dolor del corazón herido. Nunca nadie me dio su amor.
- No llores entonces, querido mar, porque aunque no lo creas, yo te amo desde que sentí tu soledad. Y si amor necesitas, te daré todo y más.

Y así, durante toda una vida, hubo una vez en que el mar aprendió a amar.