Hace mucho que no escribo nada, tenía la mente en otros sitios... Pero hoy he recuperado algo de inspiración y he decidido escribir una historia por el cumpleaños de la persona que más me ha dado en mi vida :) Una persona de las pocas (muy pocas) que me hacen creer que la vida merece la pena porque hay felicidad junto a ellas. Es una chica muy especial para mi ya que nos une una historia digna de libro, dadas las cosas que nos han pasado desde los tres años donde empezamos a andar juntos, de una forma u otra, por el mismo camino.
En fin.. Feliz cumpleaños Gemma ;) Eres increible :)
P.D: Aprovecho para spammearos un poco y recomendaros que leais su blog
(
http://www.esenciadelbosque.blogspot.com.es/) Es una gran amante de la naturaleza y aunque lo tiene un poco descuidado (los examenes...) no deja de ser interesante :)
Iba caminando a solas en medio de la nada. No sabía dónde
estaba, tan solo importaba el frío. Frío rodeándolo todo. Había perdido la
cuenta de los días que llevaba entre aquellas cumbres nevadas escapando de la
ventisca. Sus pertenencias eran bien escasas, a saber: un yesquero, un par de pequeños
estiletes, un par de mendrugos de pan duro y algo de cecina. Al menos agua no
le faltaría, pensaba. Estaba rodeado de ella.
En medio de la desesperación, tuvo que matar a un reno tanto
para comer como para usar su piel. Aunque ahora ya estaba seca y no olía tan
mal, no dejaba de ser desagradable pero abrigaba. Lo importante era sobrevivir.
Sonrió.
Su pasado era, valga la redundancia, cosa del pasado. No
tenía a nadie y ahora estaba solo, eso es lo que le importaba. No hacía falta
recordar quién asesinó a quién, quien robó qué o quién huyó de la horca por
unos minutos y causando un gran alboroto.
Estaban él y la nieve. Y el viento.
El viento constante.
El viento con su mordedura de frío. Su susurro entre las hojas de los árboles.
Pasaba las horas escuchándolo. Interpretando su lenguaje.
El sol salía y se volvía a poner. Una vez tras otra. Los
refugios eran escasos y la noche era casi insoportable al raso. Escarpadas eran
las laderas de las montañas cercanas y poco dadas a las hendiduras en las que
pudiera haber algún atisbo de cueva.
Las estrellas brillaban como en ninguna otra parte. Allí
estaban todos los grandes héroes del pasado observándole en su ridícula
soledad. Y allí, a lo lejos, el pico de una montaña, una enorme montaña que le
llamaba. Le atraía como un imán. Caminase hacia donde caminase, siempre acababa
con ella al frente. Casi en su base, vio
arder un pequeño fuego de campamento. ¿Alguien más estaba en ese infierno
nevado?
No podía desfallecer.
Miedo. Inseguridad.
No podía ceder ante los elementos, debía continuar.
Determinación. Voluntad.
Tal vez no estuviera perdido por casualidad. Tal vez estaba
perdido porque quería. La montaña estaba frente a él, llamándole. No conseguía
recordar cómo había llegado a aquél páramo ni por qué. Huí, pensó. No recuerdo
de qué, pero me siento un cobarde. Huí y ahora estoy aquí muriendo de frío y
soledad.
La montaña le llamaba.
Tenía un destino. Acercarse parecía imposible con todo
rodeado de barrancos. Le recordaba mucho a alguna vieja historia pero no sabía
cuál.
Curiosidad. Energía. Adrenalina.
Y luchó, luchó con todas sus fuerzas. Sufrió magulladuras,
golpes y torceduras. Escaló pronunciadas pendientes y a punto estuvo de perder
la vida tras una caída. Fue paciente. Llevaba mucho tiempo solo y sin rumbo
como para impacientarse ahora. El frío le nubló los sentidos. Entumeció sus
extremidades. Se le acababa el alimento y nada parecía crecer cerca.
De pronto, tras
atravesar otro quiebro en el camino, encontró una senda bien oculta entre
árboles y maleza. Una senda que discurría por un bosque que antes no estaba ahí
o que sus ojos no le habían querido mostrar. Un enorme bosque de árboles cuyos
picos no se alcanzaban a ver y troncos gruesos como casas. Una senda que no estaba ausente de vida. Allí
se encontró a la esfinge.
Caminaba a duras penas cuando un rugido le sacó de su
ensimismamiento. Levantando la vista hacia el camino se topó con un extraño
animal. A su mente vinieron mil leyendas sobre ese tipo de seres y ardió
brillante como una llama una que hablaba de la montaña donde estaba.
Dioses. Se supone que era una leyenda falsa...
- ¡Alto, mortal! - rugió la esfinge.
En realidad, no era como la imaginaba. Casi se atrevería a
decir que no era una esfinge sino otra cosa, puesto que los animales no concordaban
con los de la leyenda pero ¿qué era si no?
Tenía forma de dragón, un animal más grande que un elefante.
Su cabeza era de lobo, gris y blanquecina, con unos ojos azules y negros muy
profundos. Sus patas y cola eran, sin duda, su parte de dragón, aunque las
delanteras eran más largas lo cual le hacía parecer constantemente sentado. La parte superior del tronco era amplia y
prominente como la de un león y no faltaban eran unas enormes alas membranosa,
típicas también de los reptiles voladores.
Todo un desafío para la imaginación.
- No puedes pasar por aquí. -continuó el ser, con gesto de
suficiencia.
- Necesito refugio y comida, llevo demasiado tiempo perdido.
He de pasar. - respondió
Energía. Energía escaneándole el cerebro. Determinación.
Férrea voluntad. Miradas desafiantes
encontradas.
- Todo lo que he hecho hasta ahora me ha conducido hasta
aquí. Todos mis errores y mis aciertos. No sé qué pretendes, pero no vengo con
mala intención. Solo necesito encontrar algo que todo mi ser me indica que está
aquí. - dijo mientras empuñaba sus estiletes preparado para vender cara su
vida.
- Interesante, mortal. Interesante.
Tras unos instantes de silencio donde ambos se medían con la
mirada, la esfinge volvió a hablar:
- Algún motivo tendrás de peso y no un simple
presentimiento. Llevo mil años guardando este camino y nunca nadie se había
conseguido acercar a él. Todos ellos murieron en el camino o me encargué de que
lo hicieran.. Pero hace tan solo dos días...
- Hace dos días pude ver desde la distancia un pequeño fuego
sobre la falda de esta montaña. Pensé que sería otra persona pero probablemente
fue mi imaginación...
- No, no fue tu imaginación. Hace dos días vino una mujer
aquí. Como tú, consiguió burlar mi vigilancia. Encontró el camino y se adentró
en él. Como tú, algo le dijo que viniera. Me cuesta creerlo, mortal. Dos
personas en mil años. Dos días de diferencia.
- Pero te juro que yo no... Un momento, dices que has
guardado lo que hay aquí... ¿Qué hay?
- Puedo ver que no hay mentira en tus ojos. Tampoco la había
en los de ella. Es impresionante. De verdad no venís en su búsqueda. Descúbrelo
tú mismo, mortal. reúnete con ella. Pero antes descríbeme esa sensación que te
trajo hasta aquí. Necesitaré recordarla.
- No sé muy bien si la puedo describir con certeza. No
recuerdo mi pasado. Solo recuerdo que huí de algo importante y que lo siguiente
que recuerdo es estar rodeado de nieve. Cada noche, mientras dormía, aparecía
esta montaña en mis sueños. Sentía calidez, sentía que la soledad se disipaba y
sentía verdadero amor. Cuando despertaba, tenía la montaña frente a mi pero muy
lejana. Al principio desestimé esos sueños pero la desesperación por sobrevivir
me hizo llegar aquí. Cuanto más cerca estaba, más sentía que todo volvía a
tener sentido. Me sentía vivir.
Ahora estoy aquí, de pie frente a ti y no tengo miedo. No pienso huir. Solo
pienso en seguir. Cueste lo que cueste.
- Increíble. Pero no
hablaré más. Sólo dos personas han visto hasta ahora lo que hay aquí guardado.
Mi maestro y esa mujer. Todos fallaban mis pruebas, todos fallaban en el
camino. No necesito someterte a ninguna prueba, porque al igual que ella, se
que las superaras. Jamás pensé que mi maestro tendría razón, que llegaría un
día en que...
Es igual. Adelante, mortal.
Y continuó por el camino viendo cómo la esfinge alzaba el
vuelo. Cuanto más cerca estaba de la luz, más lleno se sentía. Más enérgico.
Cruzó el umbral y lo vio. El interior de la montaña. Vio
todo aquello que estaba vetado a los hombres y la vio a ella. Lo que hay en la
cueva es algo que permanecerá en secreto, pues solo los dignos han de conocer
lo que allí se esconde.
Ella se sorprendió. Ambos se miraron. No se habían visto
nunca pero se conocían. No sabían que existían pero sentían que esperaban
encontrarse el uno al otro allí, bajo el mayor de los secretos de este mundo.
Sintieron verdadera felicidad. La soledad desapareció.
Lloraron de alegría y exploraron la montaña. Dejaron de huir, porque en sus
vidas, ambos habían estado huyendo siempre. Huyendo de sí mismos y del miedo al
dolor. Y ese miedo tan solo les causaba el más profundo de los dolores.
Todo eso quedó en el pasado y el pasado, pasado está.
Se tomaron de la mano y juntos miraron hacia abajo.
(dibujillo cutre xDD pinchar para ver)