lunes, 19 de septiembre de 2011

Bocetos


Araña mi piel como una fina lija, acariciándola mientras la hiere. Si fuera árbol, sería la sabia que brota por la herida mientras las hojas se despiden para verme desde el suelo y reírse de mí.  Una roca desgastada por el tiempo y el clima, cuyo núcleo se quebró hace tiempo. Porque el aire me trae su risa y el otoño su partida. El invierno, el comienzo y, el verano, su final. El lienzo sobre el que se pintaron las primeras etapas de mi vida, era gris desde un principio.
La paleta de colores pecaba de diversidad, el lápiz para los contornos no tenía punta y todo se quedó borroso. El pintor debía ser idiota. Intentó arreglarlo con los dedos y, su grasa, lo emborronó todavía más.
Y, entonces, puso parches. Lo terminó de estropear. Parches viejos, gastados. Parches que ya no se usan y que no están bien vistos en la sociedad. Encima sería raro. Pero también se pasó con el agua, y los colores se corrieron dando forma a cosas que él no había previsto en su idea original.  Otro fallo más.  Ya daba igual. Que el tiempo le de forma. Y el tiempo lo adoptó.
Paseo por la arena de los ojos secos de tanto llorar, el mar de lágrimas donde navegan muchos sueños sin esperanzas.  A veces tan cálido, que incluso llega a quemar, pero viene la lluvia para volver lo a enfriar. Siempre llega la lluvia, que, como suave terciopelo, adormece todas mis pasiones y saca a relucir mi lado más oscuro.  Saca a relucir la cruda realidad. Que el lienzo manchado está y no se puede volver a empezar a pintar.