domingo, 22 de marzo de 2015

Fuego



Esa era su montaña. Sabía que en ella estaba todo lo que siempre había querido. En ella estaba su hogar, su lugar, su sitio junto al fuego.
Había un problema. Un gran problema. Todo aquello estaba en la cima. Una cima muy alta rodeada de unas inmensas y escarpadas paredes verticales.
Cuando estaba arriba el mundo parecía suyo. Su vista todo lo alcanzaba y pensó que quizás debería no solo ver, sino también tocar y sentir.
 Bajó de la montaña con sumo cuidado pero una caída estrepitosa le esperaba al final. Tan mal parado salió de la misma que sus brazos quedaron destrozados.
 Pensando sólo en su objetivo inicial, buscó ayuda y guardó reposó durante años.
Su corazón siempre suspiraba por el pasado pero en el fondo sabía que debía abandonar toda esperanza. Aunque curados, sus brazos habían perdido gran parte de su fuerza. Sabía que nunca podría escalar una montaña tan alta pero no quería aceptarlo.
Día tras día intentaba escalar la ladera pero al poco tiempo se veía obligado a rendirse.
Se convirtió en su obsesión. Muchos le invitaron a sus casas, muchos le recomendaron comenzar una nueva vida pero él, desoyéndolos a todos, instaló su nuevo hogar al pie de la montaña.  Allí pasó el resto de su vida, intentándolo. Llorando cada día por todo lo que dejó atrás. Pensando si aún le recordaría. Pensando si en aquella cima todavía estaría el fuego que una vez le quemó.

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