domingo, 30 de marzo de 2014

Desgastado

Paseaba por un camino de tierra. Era un camino seco y polvoriento. Hacía mucho que la lluvia no lo tocaba y las plantas de los márgenes miraban tristes al pobre e intransitado camino.
 Pero yo continuaba andando.
Cerca, a poca distancia, se encontraba una buena carretera. Firme, bien pavimentada y con constante compañía. Las gentes reían y cantaban mientras seguían su camino. Una vía recta y directa a sus metas.
Pero ese no era mi viejo y olvidado camino.
Un buen día, al borde del camino, encontré un pequeño altar. En él había una vela apagada y una tablilla de piedra que rezaba: “Viajero, detente aquí y descansa. El fuego de la vela te mostrará qué hay más allá.”
¿Parar en el camino? Nunca lo habría pensado. No conocía a nadie que hubiera hecho un alto en el camino. Tras leer la tablilla, realmente comencé a sentirme cansado. Realmente necesité postergar el viaje.
Sin saber bien qué hacer, me postré frente a la vela y esta se encendió. Contemplé su llama durante horas hasta que caí en un sueño profundo.

Recuerdo pocas cosas de aquel sueño. Una vorágine de recuerdos, o tal vez de futuros recuerdos, sacudieron mi cuerpo. Personas que se iban, personas que llegaban. Momentos olvidados o momentos que era imposible que hubieran ocurrido ya.
Me vi a mi mismo mirándome fijamente.  Había una sonrisa tierna en mis labios y un brillo de compasión en mis ojos.

Me despertó el ruido de la carretera aledaña. La gente no paraba, siempre seguía caminando. Desde mi posición, era imposible ser visto ni verlos a ellos, pero sabía que ahí estaban, caminando.
La vela se había apagado. No sabía bien que había significado todo eso, pero tenía que seguir andando. Entonces, al mirar de nuevo al camino, vi que no sabía por dónde empezar. Cómo volver a caminar.
El pánico me atenazó y la ansiedad me hizo llorar. No podía quedarme ahí parado para siempre, pues todos saben que alguien nos sigue en los caminos y que cuando te alcanza, ha llegado el final.
De pronto, desde un árbol cercano, un anciano me miraba intensamente. Bajo mi sorpresa, empezó a acercarse a mí. Puso un pie en mi camino. Nunca había visto a nadie en mi camino. No en este, mi seco y desgastado camino.

- Hola chico, ¿te puedo ayudar?
- Hola señor, sinceramente, necesito volver a andar.
- ¿Qué te lo impide, chico?
- Cuando intento levantarme, las piernas me tiemblan y me caigo aquí, donde creo que nunca debí parar.
- Este altar es viejo. Casi tanto como tu camino. ¿Lo sabías? Mucha gente se pierde en sus caminos, se tropieza, trastabilla y avanza unos metros rápido, olvidándose algunas cosas. Otros caen, ruedan y se vuelven a levantar. Realmente hacía mucho que no veía a alguien pararse por su propia voluntad. ¿Sabes dónde estás?
- No, señor. Pero sé que en verdad hablé errado antes. Hice bien en parar. Aquí pude poner en orden mi vida, darle sentido a mis actos, recordar mi pasado y ver un futuro. Realmente esa vela ha encendido una llama dentro de mí.
- Tienes miedo, chico. Tienes miedo de que esa llama arda demasiado fuerte. Tienes miedo de alcanzar ese futuro. ¡Por los dioses! ¡Tienes miedo de ti mismo!
- Yo.. no...
- Yo te enseñaré, chico. Te enseñaré a volver a andar para que puedas parar a descansar tantas veces como pases de nuevo por este altar. Porque este altar es tu ‘piedra de toque’. En él podrás ver lo que fuiste, lo que eres y adivinar lo que serás. Siempre que estés perdido, podrás volver a él a descansar. Y, quien sabe, quizás algún día estés preparado para salirte de este camino y unirte a los demás. Pero quien ha pisado esta tierra seca, nunca olvida, y entre canciones siempre guarda un hueco para mirar más allá de la carretera transitada, para no seguir las líneas rectas, para escapar del flujo del mundo. Y quizás entonces un día veas de nuevo este camino. Puede que entonces veas, como hoy hice yo, a otro chico sin saber caminar e irrumpas en su camino para ayudarle a levantar.
Ahora ven, chico, te enseñaré de nuevo a caminar...


A nuestras espaldas, una fina llovizna rociaba la tierra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario