-¿Dónde vas?
Quédate conmigo - le dije.
- No
tardaré, sólo salgo un momento. - me respondió.
Siempre confiado, le creí y me engañó. Se
marchó pero se dejó todas sus cosas en mi habitación.
Malditos sean los recuerdos -me dije -siempre juegan
conmigo y se dejan todas sus cosas en mis sueños.
Y así es como noche a noche me intimida con sus ojos, me
hace temblar con sus labios y me derrite con sus manos. Tal vez no vuelva nunca, pero yo no puedo
entrar en la habitación que construyó con sus "te quiero" y sacar
todas sus cosas porque nací como departamento de objetos perdidos y me obligan
a esperar a que su dueño los reclame.
Aún tengo sus manos aferradas a mi corazón.
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