jueves, 6 de septiembre de 2012

Faro

Si estuviera envuelto por su aliento desaparecería el desasosiego que habita en mi alma desde que la dejé marchar. Añoraré las frías noches en las que nos dormimos abrazados porque las pesadillas la acechaban desde todos los rincones de su mente. Añoraré protegerla en mis sueños, mirar al miedo a los ojos y gritarle que mientras yo viviera nunca la podría tocar.

Me arranqué la vida para darle la forma de su pelo, indómito y salvaje, y saqué ese color negro tan característico de mi alma para teñirle vetas moradas que me dieran un impulso.
Soñé que moría y era ella la que me salvaba. Soñé que el mar acercaba la Luna a su superficie para que ella pudiera sonreír.
 Y sueño cada día, en la soledad de mi faro mientras contemplo la oscuridad del inmenso mar, que no eligió nadar en las frías aguas de aquel río de montaña y que se quedó a vivir conmigo en la isla que los dos construimos, la isla bañada por las aguas de mi oscuro mar.

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