Un gran
roble. Duro, fuerte. Adornado por una miríada de hilos de seda teñidos de
negro. Su olor te cautiva, atrae todos tus sentidos. Despierta recuerdos del
pasado, visiones del futuro, acelera el corazón y enciende fuegos incluso en
las cenizas más grises.
Su
tronco es irregular, pues los obstáculos en el camino hacia una luz mayor le
dejaron atractivas curvas en su ascenso hasta la copa. Curvas hipnotizantes que
a miles han traído perdición enredándose en sus extraordinarios giros.
De él
emana una calidez casi viva, tímida y latente, pero no te acerques buscando
calor, pues te encontrarás con la privación del tuyo propio y morirás congelado.
Sólo unos pocos pueden tocar su corteza, aquellos cuyo fuego interno no se
apaga nunca, cuyo calor les hace parecer grandes hogueras. Y entonces verán el
motivo de esa calidez. Un árbol vivo.
Lleno de amor, miedos, fuerza, sabiduría y pasión. Desde la copa hasta sus
profundas raíces, clavadas en mi corazón.
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