Día a día, desde hace ya tiempo, predomina en mi vida el desasosiego. Algo dentro de mí me grita a cada hora, a cada minuto, a cada segundo, que no puedo tener paz. Una opresión fuerte y molesta en el pecho que me motiva a suspirar. Es un acto involuntario, no lo puedo controlar. Hace tiempo que no dejo de suspirar. Mi cuerpo me intenta proteger, me intenta librar de éste malestar. Malestar que no consigo eliminar. Y otro suspiro más. Entorno los ojos, dejo escapar el aire de mis pulmones muy lentamente, la presión se reduce. Una nueva bocanada y la presión vuelve a aparecer. Nunca se va.
Está ahí para recordarme constantemente el caos, la incertidumbre, la culpa y la impotencia que reinan en mi vida. Que me gustaría encerrar el cielo en una pequeña roca sin cerradura y que solo lo contuviera mi voluntad. Poder verlo llorar sin querer acompañarlo en su congoja y hablar con sus estrellas. Cantar con la Luna a los enamorados, tumbarme en su cuarto creciente. Reír con el Sol y volar con los pájaros en su libertad. Viajar con el aire ayudándole a soplar, acariciando el mar y sentir la fuerza de sus olas y corrientes.
Y en su prisión de roca, poderme sentar. Unirme con la tierra como el rayo en una tempestad. Bailar con el fuego toda la noche sin miedo a poderme apagar. Encontrar al tiempo, y preguntarle: ¿Cómo va? Siento que tengas que pasar.
Y que pase en mis suspiros, como si me robase un trozo de mí. Porque el tiempo me roba suspiros de vida.
O quizás suspiros de vida te quiten demasiado de tiempo.
ResponderEliminarTuve que leer para selectividad un libro de Azorín llamado Castilla, hay varios capítulos que hablan del tiempo y su transcurso y del eterno retorno. Pero entre las frases hay una que siempre recuerdo: "Del pasado dichoso sólo podemos conservar el recuerdo; es decir, la fragancia del vaso".
Muchos suspiramos, y la congoja nos llega. Pero eso es porque estamos vivos. Es algo que ha pasado durante siglo...